Decía Proust que cuando se despertaba en un cuarto oscuro, tenía que recordar todos los pasos que había dado para llegar ahí, comenzando desde el inicio, para poder recordar dónde estaba.
Hoy, con una pandemia que ha puesto en entredicho a la sociedad misma, y que ha hecho crecer las desigualdades sociales; con una guerra mundial en ciernes que demuestra que no siempre aprendemos de los errores del pasado; con la amenaza del colapso ambiental, que nos puede llevar a la extinción en una década, creo que podríamos decir que ahora nosotros estamos despertando en el cuarto más oscuro.
Y es por eso que hoy, justo más que nunca, debemos empezar a reflexionar nuestros pasos como individuos y en colectivo, para honrar y potenciar lo bueno, para aprender y corregir lo malo.
Yo recuerdo cómo llegué aquí. La UDLAP, que hoy está de fiesta, fue el lugar donde yo tuve el privilegio de estudiar y en la ceremonia de bienvenida miré a mi mamá a los ojos y le dije… “Si, aquí es”.
Aquí, en esta misma casa de estudios, fue que fui becaria y aprendí sobre honrar el esfuerzo de mis papás y la confianza de mis maestros. Aquí participé en el consejo estudiantil y fue aquí que aprendí a trabajar en verdadero equipo escuchando a otros, a resolver problemas y a superar los conflictos que vienen de vivir con 7 desconocidas, tan diferentes de mi. Aprendí ciencias, claro, pero sobre todas las cosas, aprendí responsabilidad, liderazgo, compañerismo y solidaridad…. También aprendí a hacer maravillas con 2 maruchans y una lata de atún.
Desde estas calles que rodean la universidad aprendí a valorar el enorme privilegio que significaba el estudio universitario, porque todavía para muchos, muchísimos, estudiar una carrera resulta impensable. Por eso aprecié por partida doble cada día en esta Cholula de mi corazón: una, por poder aprender tanto de algo que ya me gustaba, la biología y dos, por aprender a ser útil a la sociedad que estaba dándome el respiro y el espacio para encontrar la mejor versión de mí misma.
Recuerdo cuando estaba parada en el mismo lugar en el que están ustedes. Sabía que mi graduación era el primer paso hacia algún lugar, que se sintió más como un salto hacia el vacío porque los caminos del futuro son insondables. Es posible que así se sientan ustedes, así que les quiero compartir las certezas que yo me llevé esperando que les sirvan en su propio camino.
Tenía la voluntad de usar mi aprendizaje para algo. Una voluntad que aguantó muchos años de llegar temprano a oficinas que distaban mucho del trabajo de mis sueños, pero que me enseñaba todos los días, con buenas y malas experiencias, las herramientas técnicas, profesionales y emocionales que iba a necesitar para un día poder ser lo que todavía no sabía que podía ser.
Viajaba varias horas, cruzaba la ciudad de México dos veces diarias, para llegar a un trabajo en que se esperaba que resolviera lo mío, lo de mis compañeros, y en ocasiones lo de mis jefes. Llegaba a un trabajo en que sentía que mis talentos eran desaprovechados, y mientras tanto, por ser mujer, se me iba la vida en organizar el trabajo de los demás. Pero años después, como directora de una empresa, recuerdo con frecuencia lo mucho que esa experiencia me ayudó, a seguir, a no claudicar y a tomar de cada frustración una lección. ¡No podemos querer cambiar al mundo sin antes vivirlo!
Tenía también un objetivo, que no era muy claro en sus detalles, pero era evidente en su esencia. Tenía claro no sólo cómo me habían dicho que debía ejercer mi profesión, sino sobre todo, para qué quería yo que se ejerciera. Ese objetivo fue cobrando materia con los años. Todavía creo que está borroso en las esquinas, pero va tomando forma. Los objetivos son así, como el horizonte: nunca hemos de alcanzarlos, pero ir hacia ellos nos obliga a caminar.
Tenía ética y moral, que me enorgullece mucho haber conservado intactas con los años. Conciencia de mi entorno. Eso no se aprende en las aulas, pero sí se consolida en la universidad. Se aprende de seguir el ejemplo de quienes ejercen esa profesión que tu quieres ejercer cuando seas grande y de querer ser el ejemplo de quienes la aprenderán, porque antes de cambiar las ciencias, tenemos que saber cambiar las conciencias. Aprendí también que hay muchas decisiones en la vida en las que es más importante ser buena persona que buen profesionista.
Estaba armada con amor a mi disciplina. Porque la UDLAP logró darme una carrera sin hacerme odiarla en el camino… casi todo el tiempo. (pausa para risas).
El día de hoy ustedes salen también con muchas herramientas. Entre ellas, una muy valiosa es el conocimiento. Pero tengan en mente que el conocimiento es efímero. Es una herramienta que se construye para romperse, porque cuando se queda fijo, cuando se dogmatiza, pierde su sentido crítico, y asimismo pierde su función. Ustedes han pasado ya varias tormentas aquí mismo, en esta nuestra querida universidad. Seguramente para nadie fue una experiencia agradable estar en el ojo de semejante huracán, pero lo agradable no siempre es lo mejor. Es probable que estos altibajos los hayan hecho vivir en carne propia la importancia de ser críticos y sacar sus propias conclusiones. Tuvieron un aprendizaje de esos que cuando vienen no llegan suavecito.
Tuvieron un experimento de Mundo.
Y es que el pensamiento crítico se forma así, y acaba siendo el valor más poderoso que les puede dar la educación. El pensamiento crítico es la forja en la que habrán de formarse a golpes de martillo los nuevos conceptos, las nuevas corrientes, las nuevas ideas. Es también la forja donde habrán de destruirse o remodelarse los pensamientos viejos. A golpes, pero también con un sentido y un objetivo. Este Mundo, al que ahora salen, sabía hace poco que el clima era inmutable, el plástico una panacea, y el espacio una frontera insondable. Este Mundo sabía hace algunas décadas que las mujeres no tenían voto, que los animales no tenían derechos, y que había pueblos hechos para colonizar y para ser colonizados. Hoy día estamos en un lugar distinto, al menos en la mayoría de estos casos. Bueno, Donald Trump todavía no (espacio para risas).
Hoy el Mundo sabe que la Naturaleza se puede dividir y vender como “recursos”, que la posesión equivale al bienestar, y que hay ricos y pobres, porque así les tocó la suerte. Hoy día, parafraseando a Enrico Fermi, estamos tan equivocados como lo estábamos antes, pero a un nivel superior. ¿Cuál de esos “hechos” van a retarlos a ustedes?
Será ahora, y justo a partir de ahora, que el conocimiento que han adquirido empiece a dar respuesta a las incógnitas que les hemos heredado; pero es su capacidad de plantear las preguntas correctas, las preguntas importantes, lo que realmente les permitirá forjar el futuro en el que quieren vivir. Nunca como ahora son tan necesarias esas preguntas, y como siempre en la historia, esas preguntas generarán ceños fruncidos y malas caras. Para esos momentos, cuando despierten en cuartos oscuros, como Proust, recuerden cada paso que les condujo ahí, guarden con celo en su corazón el recuerdo que tienen de UDLAP… ese espacio en el que ser activamente crítico fue valioso con la certeza de que siempre lo será. Recuerden este lugar, estos compañeros de clase, de universidad, de valores y de objetivos. Recuerden esta comunidad de la que ya son indisolubles. Al irse hoy, váyanse lejos y desafíen las distancias, pero recuerden siempre de dónde vienen y cuál es el norte que querían seguir en sus momentos de mayor claridad, pasión y compasión. En ese norte nos habremos de encontrar luego y siempre, porque necesitamos de todos para hacer de este Mundo el mosaico de posibilidades que puede ser.
Cuando salí de aquí, me fui sin despedirme… porque nunca me fui, y la UDLAP nunca se fue de mí. Todavía la vivo en las amigas y amigos que se hicieron familia. La vivo cada día cuando tengo que ser bióloga, cuando tengo que ser ciudadana, cuando tengo que ser maestra y cuando tengo que ser alumna.
La vivo cuando recuerdo el esfuerzo de mis padres por empujarme a llegar aquí, y por empujarme también a no quedarme.
Así, aquí y ahora es el punto en que nos despedimos, pero también en el que nos encontramos. Aquí y ahora adquieren la responsabilidad de empezar a cambiar al Mundo y con ella es aquí donde se toma la decisión más importante de la vida, que no está en el qué hacer, sino para qué hacerlo. Tomen esa decisión con sabiduría, y disfruten siempre el camino hacia allá. Bienvenidos al otro lado.