El muro
Dr. Mario De Marchis Pareschi
El muro

El muro fronterizo tiene algunas connotaciones que creo sería interesante poder detenernos un momento para reflexionarlas, de forma desapasionada.

Hay indudablemente un transfondo electoral en Estado Unidos, lo que es menos claro es que probablemente el voto que se quiere ganar con esta medida es el voto hispano.

La mayoría de los hispanos legales en aquel país, que son los que votan y por consiguiente los que cuentan para fines políticos, no ven con buenos ojos la inmigración ilegal y menos que esta siga incrementándose como ha venido sucediendo en las últimas décadas, aunque disminuyó los últimos años.

Y esto por múltiples razones.

Una es que abarata el costo del trabajo.

Otra es que algunos de los ilegales al no encontrar trabajo se dedican a actividades ilícitas, lo cual provoca que se generalice a todos los latinos el hecho que algunos pocos sean unos bandidos.

Por otro lado, sería del interés de nuestros connacionales ilegales, que todos nos batiéramos más bien para presionar a nuestros vecinos, para que puedan tener la posibilidad de legalizarse y así trabajar con todas las prestaciones de la ley y con la protección laboral que tienen los trabajadores allá. Para lograr esto debemos frenar la inmigración y estos sería la moneda de cambio para obtener la legalización de parte de los millones de ilegales o tal vez de todos.

Si es cierto que nuestros trabajadores son indispensables para hacer los trabajos que los estadounidense ya no quieren hacer, vamos a presionar que por lo menos tengan las mismas garantía que cualquier otro empleado, mientras que al seguir luchando para apoyar al flujo migratorio hacemos nada más el interés de la “mafias” que viven de explotar la mano de obra “esclava” de los que laboran fuera de la ley.

A principio del siglo pasado ocurrió lo mismo con la inmigración italiana: las mafias manejaban a estos grupos, que llegaban buscando una vida digna, quitándoles todos los derechos, manejando los sindicatos a su antojo, viviendo de explotar a sus mismos compatriotas, porque como la sabiduría popular nos dice a través de los refranes: “para que la cuña apriete, tiene que ser del mismo palo”.

Pedimos hoy que nuestro gobierno aplique el “estado de derecho” como algo fundamental para concluir la transición al modelo que queremos.

No caigamos en pedir a los otros lo que aquí condenamos: vamos a luchar para que las leyes protejan volviendo legales a los ilegales y no que se respete el “derecho” a la ilegalidad, que como dice su nombre es vivir fuera de las reglas.

Aprovechemos su Constitución, aprovechemos sus ideales que dicen literalmente: “todo hombre tiene derecho a la felicidad” y recalquemos el hecho de que también nuestros ilegales son hombres, que tienen derecho a la felicidad y dejemos de criticar hipócritamente a un modelo, que con todos sus defectos, han demostrados ser aún el mejor de los modelos que hemos encontrado.

A final de cuentas el “muro” es diferente al citado “muro de Berlín”: no es para impedir que sus trabajadores escapen de las monstruosidades de aquel pérfido sistema, sino, como lo indican los flujos migratorios, para impedir que toda Latinoamérica terminé allí.

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